Vicente Sierra en el apartado sobre la Reforma constitucional de
1949 decía lo siguiente:
“Fuera
del hombre la cultura no tiene significado; su fin es asegurarle una vida
realmente humana, de manera que para que una cultura perdure es necesario que
sepa para que concepción del hombre y de la vida existe.”
Ahora bien, ¿qué concepción del
hombre y de la vida tenemos los argentinos y el mundo hoy?
Para contestar veamos las
políticas que supuestamente tienen la intención de beneficiar al hombre y nos
daremos cuenta de lo que piensa la cultura del hombre. Así, en el momento
actual la existencia humana depende pura y exclusivamente de la consideración
de los hombres en vida.: un ser humano es ser humano cuando otro ser humano
“quiere” que lo sea, sino es un conjunto de células sin vida que puede
eliminarse. Vasta con escuchar a uno de los filósofos aplaudidos por la
modernidad para entender esto:
"los humanos recién nacidos no son ni
personas ni cuasi-personas, y su destrucción en modo alguno es algo intrínsecamente
malo" [1]
Una declaración extrema de
egoísmo espurio que gobierna todos los actos del gobierno argentino y me
atrevería a decir, del mundo entero. La política llevada a cabo para la
despenalización del aborto y la aceptación de la eutanasia es la clave para
entender el concepto del hombre que tenemos como nación y como cultura. El
Estado quiere controlar la vida y la muerte de los hombres: comenzó sacándole
el manejo de los nacimientos, matrimonio y defunciones a la Iglesia (Institución que
nunca atentó contra la vida humana desde la concepción, que intentó sostener la
sacralizad del matrimonio prohibiendo su ruptura, y que condenó firmemente el
suicidio bajo cualquier circunstancia). Luego propuso políticas para
restringirlos: métodos de esterilización, educación sexual, divorcio y, como si
fuera poco, matrimonio entre personas del mismo sexo. Por fin, fue logrando lo
que le interesaba: la destrucción del hombre viejo y la creación de uno nuevo:
destrucción de la vida desde la concepción con el aborto; la destrucción de la
célula primigenia de toda sociedad, el matrimonio entre personas de distinto
sexo reemplazándola por una unión perversa entre hombres que definen la
sexualidad a su antojo y hasta la unión entre seres humanos y animales; la
legalización del suicidio asistido para culminar la vida sin más; y por último,
lo que le interesa verdaderamente, el manejo de la patria potestad, que todavía
no lo sufrimos pero esta al caer. Y así, levantándose sobre todos los hombres
este Estado omnipotente habla de esta manera de sí mismo:
“Yo soy el Estado Total, soy quien defino quien nace y quien muere,
defino como nace, como se relacionan los hombres y como mueren, defino porque
nacen, porque se relacionan y porque se mueren. Yo soy el Estado Total, el que
controla cada estadio de la vida humana. Soy amo y señor en la Tierra y como no lo soy
fuera de ella, defino que todo lo que es extra terrestre no existe. De esta
manera, tengo la potestad de definir que existe y que no, de acuerdo a la
posibilidad de control que tengo sobre ellos. A los hombres los puedo
controlar, entonces existen. A la
Divinidad y su Religión no puedo controlarla, entonces no
existe. En fin, soy el Príncipe de este Mundo”.
El hombre no puede interponerse
en la creación, sí puede hacerlo en la destrucción. No puede evitar la vida
pues es creación, sí puede intentar evitar la muerte pues es destrucción.
Siguiendo este razonamiento tan simple y primario vemos que el aborto es
destrucción porque impide la vida y la eutanasia también lo es porque termina
con ella. Los adelantos médicos son creación porque ayudan a perpetuar la vida
y el nacimiento de un niño es creación, porque es vida. Del matrimonio de
personas del mismo sexo hay destrucción, porque de esa unión no surge la vida,
sino que es un impedimento para la ella. Los métodos anticonceptivos son
destrucción porque impiden la vida. ¿No queda claro que nuestra cultura es una Cultura de la Destrucción , una
Cultura de la Muerte
y, lo peor de todo, que nos creemos creadores? En definitiva, quienes creen que
nuestra cultura es una Cultura de la Creación tienen la inteligencia destruida pues no
pueden pensar y lo que hacen es “querer” que así sea.
[1] Michael Tooley: Abortion and Infanticide.
Clarendon, Oxford University Press, Oxford, 1983, pp.411-412.
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