El 25 de mayo a las 8 de la mañana el Cabildo
Ordinario, publica un comunicado contestando la petición hecha por los dos
vocales, Saavedra y Castelli. En este comunicado confirma a Cisneros en la Presidencia y dice que
sí es necesario, hará uso de las armas a su mando para ello. El Cabildo
Ordinario había dejado su posición mediadora y se había pasado del lado de los
virreinales y peor aún, quería sostenerla con las armas.
Esto hizo explotar la revolución. Una multitud
se concentró en los pasillos del Cabildo y otro tanto se apersonó en calidad de
Diputados de la Junta ,
exponiendo que el “pueblo” se hallaba
en ebullición porque Cisneros tenía el manejo de las armas. En realidad, los ex
vocales Saavedra y Castelli, enviaron a sus Diputados (el fraile mercedario
Juan Manuel Aparicio y el Mayor Juan Ramón Balcarce) acompañados por los “chisperos” y “manolos” de French y Beruti. Esta agitación llevó a los cabildantes
a suplicar a los Diputados que aquietasen a la turba. También dijeron que era
necesario el uso de la fuerza pero que para ello debían tantear a los
Comandantes de los Cuerpos, quienes verdaderamente tenían su control. Así, se
cita a los Comandantes que llegan al Cabildo a las nueve y media de la mañana.
Le tocó al Síndico Procurador Leiva interpelarlos sobre la posibilidad de
sostener al gobierno de la Junta
formado por el Cabildo Ordinario. De los quince Comandantes, solo tres nada
dijeron. Los restantes doce comunicaron que el descontento del pueblo y la tropa
era tal que no solo no podían sostener al gobierno constituido sino que les
costaba sostenerse a ellos mismos. Pidieron la destitución de Cisneros y la
formación de una nueva Junta. El Síndico les pidió que pusieran por escrito su
petición. Así lo hicieron. Este escrito fue firmado por un número considerable
de religiosos, vecinos, comandantes y oficiales de los cuerpos. Los firmantes fueron 401, de los cuales 290 eran
militares, 95 civiles o paramilitares y 16 frailes. Son estos quienes a nombre
del “pueblo” exigen la formación de
una nueva Junta de Gobierno. Luego de entregado el Petitorio, Leiva pide que
este sea ratificado por el “pueblo”,
tal era este quien lo pedía. Los peticionantes aceptaron y saliendo al balcón
del Cabildo a las doce del mediodía, el Síndico Procurador se encontró con que
no había tal “pueblo”, lo que lo
llevó a expresar la famosa frase “¿y el
pueblo donde está?”. El Mayor Balcarce frente a esta pregunta, y sabiendo
que no había tal “pueblo” sino, como
afirmó el hermano de Juan Manuel Beruti, “un
corto número de gentes” y que “a la Plaza no asistió más pueblo
que los convocados para el caso”[1],
le respondió que sino aceptaban su petición
se mandaría tocar generala para que se abriesen los cuarteles. Leiva entendió
lo que Balcarce le decía y aceptó sin dilación.
En realidad, los Comandantes revolucionarios
habían incitado esta ebullición fuera del Cabildo y en los pasillos del mismo
para presionar a los cabildantes a destituir a Cisneros de la Junta.
De esta manera, el ex virrey renuncia a la Presidencia y a la Junta pues no quiere
entregar la Comandancia
de las Armas. No le interesa el mantenimiento de las funciones políticas sino
las militares que eran las que decidían la situación. Seguido a esto, los
Comandantes, que sacándole el apoyo a Cisneros habían hecho que caiga,
entregaron la potestad de elegir otra Junta al Cabildo Ordinario. Pero para que
no sucediera lo mismo que el 24 “le
mandaron hecha la lista de los nuevos miembros de la Junta Gubernamental ”.
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