"La primera ley de la historia es no atreverse a mentir, la segunda, no temer decir la verdad" Su Santidad Leon XIII

lunes, 23 de abril de 2012

La Patria necesita un caudillo


Es urgente el reestablecimiento de la confianza en nuestra sociedad. Un pueblo sin confianza es presa fácil del escepticismo. Y detrás del escepticismo viene con una violencia arrolladora la esclavitud, porque el escepticismo nos inmoviliza y hace que entreguemos los negocios del Estado a quienes rapazmente están en las sombras y nos quieren de rodillas. ¡O no es lo que vemos todo el tiempo a nuestro alrededor! ¡O no escuchamos queja tras queja, vemos impiedad tras impiedad y nada sucede!

Nuestra historia esta llena de ejemplos de caudillos que han superado este sentimiento y le han dado al pueblo la confianza en el testimonio. Ellos han dicho y han hecho, y muchos entregaron la vida por hacer lo que dijeron. Este sacrificio es la mejor ofrenda que un caudillo puede hacer a su patria, porque de esta manera restaura y afianza la confianza del pueblo en el testimonio.

Muchos podrán pensar que la confianza lleva al sometimiento, pero no es así. En realidad, es la desconfianza la que lleva a la esclavitud porque nos inmoviliza, nos detiene y nos repliega sobre nosotros mismos. Un pueblo confiado reacciona rápidamente frente al enemigo pues “lo ve”. Un pueblo desconfiado no reacciona ya que esta desconfianza lo transforma en un pueblo apático y escéptico. La reacción española frente al invasor francés en 1808 fue la reacción de un pueblo confiado en su nuevo rey, era la reacción de un pueblo esperanzado en “el Deseado”. Y fue tal el alzamiento popular que años después llevó a decir a Napoleón que “el pueblo español se comportó como un hombre de honor”.

Para restaurar esa confianza no hace falta tener buenos gobernantes sino saber que nuestra historia esta forjada por héroes que han entregado su vida, ya sea de manera cruenta como incruenta, por los suyos, saber que en algún momento hubo personas que sí pudieron y lo hicieron, personas comunes que lograron romper ese letargo.

El problema más apremiante es que en la mente de las nuevas generaciones esto es casi imposible de comprender. Ellos viven inmersos en un mundo “de sospechas” donde nadie hace nada que no lo beneficie. ¡Hasta sus padres los consideran un “error de cálculo”! Pero si bien es verdad que en la actualidad es así, debemos enseñar que en el pasado no lo fue. Y para enseñar que en el pasado no fue así debemos primero convencer con nuestras acciones de que se puede ser coherente, se puede confiar. Por eso es imprescindible que en nuestra Patria nazca un caudillo que restaure la confianza de las nuevas generaciones en el testimonio y que enseñe, con sus sacrificios, que puede haber alguien que entregue su vida por el bien común. Esta es la urgencia que demanda la Patria. Así como, luego de la anarquía del año XX nuestro pueblo no confiaba en sus gobernantes y tampoco confiaba en que pudiera haber algún gobernante que trabaje para los demás, tuvo que surgir un hombre fuerte y decidido para restaurar esa confianza y dar una esperanza, hombre que no buscó el crédito entre sus pares para entregarse sino el deber patriótico para con Dios y para con sus semejantes. El caudillos es aquel que a pesar de tener a todo el pueblo en contra hace lo que debe hacer porque esta llamado a eso y logra, con ese sacrificio y ayudado por la Providencia, la restauración del pueblo en la concordia y la paz. 

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