"La primera ley de la historia es no atreverse a mentir, la segunda, no temer decir la verdad" Su Santidad Leon XIII

martes, 10 de abril de 2012

¡Hay que decir basta de una vez por todas!


Hoy hay dos argentinas. Una real y otra utópica. La Argentina real es la que vive diariamente la mayoría de mis compatriotas. No es un índice inflacionario adulterado o una pintada pseudo patriótica de La Campora en la Avenida Del Libertador. No, no lo es. La realidad es el sufrimiento que día a día cada trabajador argentino deja en silencio para lograr una vida digna para él y para su familia. Es aquel que se levanta a las 5 de la mañana para tomar ese tren deplorable que cada jornada le enrostra “indigno eres de vivir en este país, por eso viajas en este tren”; es aquel que lleva a sus hijos al colegio para poder ir a esa oficina “tan deprimente que no tiene una sola ventana” pero que le da la posibilidad de ahorrar para dejarle algo a “los suyos”. La realidad es esa compra en el supermercado de la que cada vez nos llevamos menos y dejamos más. Es esa familia que estaba “peleándola” por salir adelante y a él lo mataron en una salidera bancaria y ella quedó sola y desamparada por culpa de unos pendejos que querían tener el último celular tal como le enseña este perverso consumismo yanqui. Es ese niño que ve a su padre llegar a su casa cada vez más ofuscado porque no le alcanza su sueldo PARA VIVIR!

Por otro lado, esta “la utopía”. “La utopía” son las bondades del “modelo”, son los índices extraordinarios de progreso desde el 2003 al día de hoy, son las esperanzas por el futbol de los viernes, los sábados y los domingos que nos hacen olvidar la vida indigna que nos obligan a tener o la netbook “para poder estudiar”. “La utopía” es creer tener en la “Corpo” un enemigo contra quien luchar, es crear a aquel que da sentido a mi juventud bulliciosa pero vacía y superficial. Pero “la utopia” no es solo eso. No hay que equivocarse sino que también son los negocios oscuros de una dirigencia política cada vez más ávida de la acumulación de capital (actitud bien progre por cierto), desorbitada por recaudar sin importar las consecuencias en quienes pusieron todas sus esperanzas. Son los legisladores sufriendo “mediáticamente” pero viviendo suntuosamente, mostrándose presurosos con los problemas sociales aparecidos en los medios masivos de comunicación pero una vez acabado el rating dejando al ciudadano a pie sin nada. En fin, “la utopía” es aquella minoría dirigente que corrupta y corrompedora propone una vida que no queremos pero que vivimos por no se que somnolienta inercia. ¿Qué país es este? ¿Esta es la Patria que queremos para nosotros y para nuestros hijos? ¿Debemos dejar que el sistema político nos detenga en el camino del bien para el común, del bien para todos los trabajadores de buena voluntad? ¿Debemos seguir dejando que los políticos manejen tan descaradamente asuntos tan importantes para nuestra vida y la de nuestros hijos? ¿Qué nos pasa pueblo? ¿Recordamos que frente a los enemigos que quisieron imponernos un estilo de vida extraño al nuestro, como fueron los ingleses en 1806 y 1807, los sacamos a las patadas, con un brío sin precedentes en la historia universal? ¿Nos damos cuenta de la heroica sangre que corre por nuestras venas o todavía nos creemos inferiores? No se debe esperar más, porque más esperamos más sufre aquel que da dignidad a la Patria y eso clama justicia del Cielo. 

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