Es urgente el reestablecimiento de la confianza
en nuestra sociedad. Un pueblo sin confianza es presa fácil del escepticismo. Y detrás del escepticismo viene con una violencia
arrolladora la esclavitud, porque el escepticismo nos inmoviliza y hace que
entreguemos los negocios del Estado a quienes rapazmente están en las sombras y
nos quieren de rodillas. ¡O no es lo que vemos todo el tiempo a nuestro
alrededor! ¡O no escuchamos queja tras queja, vemos impiedad tras impiedad y
nada sucede!
Nuestra historia esta llena de ejemplos de
caudillos que han superado este sentimiento y le han dado al pueblo la
confianza en el testimonio. Ellos han dicho y han
hecho, y muchos entregaron la vida por hacer
lo que dijeron. Este sacrificio es la mejor ofrenda que un caudillo
puede hacer a su patria, porque de esta manera restaura y afianza la confianza
del pueblo en el testimonio.
Muchos podrán pensar que la confianza lleva al
sometimiento, pero no es así. En realidad, es la
desconfianza la que lleva a la esclavitud porque nos inmoviliza, nos detiene y
nos repliega sobre nosotros mismos. Un pueblo confiado reacciona
rápidamente frente al enemigo pues “lo ve”. Un pueblo desconfiado no reacciona
ya que esta desconfianza lo transforma en un pueblo apático y escéptico. La
reacción española frente al invasor francés en 1808 fue la reacción de un
pueblo confiado en su nuevo rey, era la reacción de un pueblo esperanzado en
“el Deseado”. Y fue tal el alzamiento popular que años después llevó a decir a
Napoleón que “el
pueblo español se comportó como un hombre de honor”.
Para restaurar esa confianza no hace falta
tener buenos gobernantes sino saber que nuestra
historia esta forjada por héroes que han entregado su vida, ya sea de manera
cruenta como incruenta, por los suyos, saber que en algún momento hubo
personas que sí pudieron y lo hicieron, personas comunes que lograron romper
ese letargo.
El problema más apremiante es que en la mente
de las nuevas generaciones esto es casi imposible de comprender. Ellos viven
inmersos en un mundo “de sospechas” donde
nadie hace nada que no lo beneficie. ¡Hasta sus padres los consideran un “error
de cálculo”! Pero si bien es verdad que en la actualidad es así, debemos
enseñar que en el pasado no lo fue. Y para enseñar
que en el pasado no fue así debemos primero convencer con nuestras acciones de
que se puede ser coherente, se puede confiar. Por eso es imprescindible
que en nuestra Patria nazca un caudillo que restaure la confianza de las nuevas
generaciones en el testimonio y que enseñe, con sus sacrificios, que puede
haber alguien que entregue su vida por el bien común. Esta
es la urgencia que demanda la Patria. Así
como, luego de la anarquía del año XX nuestro pueblo no confiaba en sus
gobernantes y tampoco confiaba en que pudiera haber algún gobernante que
trabaje para los demás, tuvo que surgir un hombre fuerte y decidido para
restaurar esa confianza y dar una esperanza, hombre que no buscó el crédito
entre sus pares para entregarse sino el
deber patriótico para con Dios y para con sus semejantes. El caudillos
es aquel que a pesar de tener a todo el pueblo en contra hace lo que debe hacer
porque esta llamado a eso y logra, con ese sacrificio y ayudado por la Providencia , la
restauración del pueblo en la concordia y la paz.
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