Karl Marx desarrolla su doctrina en base a dos
conceptos filosóficos que se encontraban “en
el ambiente” filosófico del momento: la dialéctica
hegeliana y el materialismo de Feuerbach.
La dialéctica hegeliana
Hegel, filosofo alemán, crítica la filosofía
realista aristotélica, por haberse quedado a medio camino en el conocimiento
pues considera que sus conceptos son estáticos y su forma de conocer solamente
nos lleva a un conocimiento imperfecto de la cosa por no insertarla, por así
decir, en el devenir (es como si
Aristóteles hubiese “aislado” la cosa para su conocimiento y su definición haya
sido realizada en ese “aislamiento” sin tener en cuenta sus relaciones). El verdadero conocimiento de la cosa es conocer la cosa en
su relación, solo así podremos tener un conocimiento total, dice Hegel. De
ahí a modificar el principio de no contradicción,
solo un paso. Según la filosofía realista el principio de no contradicción dice
que una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo y en la lógica tradicional nos
dice que una proposición y su negación no pueden ser ambas verdaderas. Pero
Hegel la cambiará y dirá que una proporción y su negación pueden ser ambas
verdaderas, transformando la negación en una proposición verdadera. Por
ejemplo, un pañuelo no puede ser una silla y en lógica, la proposición A
(verdadera: pañuelo) no puede ser la proporción B (falsa: silla). Pero Hegel
creará un ardid y dirá que el pañuelo es una NO silla. De esta manera la
proporción A será verdadera y la B (no silla) no lo será pero en el lenguaje
nosotros entenderemos lo que Hegel nos quiso decir y así, transformará al
pañuelo en TODO lo que no puede ser, en definitiva, el pañuelo será TODO. Esto
lo hará en nombre del devenir, ya que una cosa es perfectamente definida si
conozco sus relaciones con todo lo que la rodea.
De ahora en adelante, todo conocimiento para
ser perfecto debe estar relacionado sino será imperfecto. De ahí, el movimiento intelectual que me llevará al conocimiento será
en tres pasos: conoceré “la cosa
en sí”, luego “el para sí”, o
sea, su negación en cuanto que no lo es; y, por último, “la cosa en sí para sí”, o sea, la cosa en relación con todo lo que
no es la cosa. Este será el punto de partida de la dialéctica hegeliana, esta
nueva forma de conocer propuesta por nuestro filosofo alemán. Pero esta
dialéctica será nefasta cuando sea aplicada a la Historia y el encargado de
esto será nuevamente un filósofo alemán: Karl Marx.
El materialismo de Feuerbach
Feuerbach, considera que el hombre es solamente
materia y, haciendo una análisis de la religión, considera que sus
aspiraciones, sensaciones, etc. (que nosotros decimos nacen de nuestra parte
espiritual) no son más que proyecciones mentales, evasiones. Así, pensar en la
vida después de la muerte es una salida a la situación de miserabilidad en la
que vive el hombre. ¿Cuál es la solución para Feuerbach? No la hay. Este materialismo es inmovilista, es estático,
nosotros los hombres no podemos salir de este estado miserable que nos acecha
constantemente.
El materialismo dialéctico
Ahora bien, tomando esta idea, Marx fue más
optimista y le imprimió movimiento a este
materialismo. ¿Cómo? Por medio de la dialéctica. Pero no como forma de
conocer sino que ahora la Historia (la materia en el devenir) se moverá como la
inteligencia al conocer.
Veamos: si todo es materia, si todas las
aspiraciones de la naturaleza humana son materiales entonces lo único que mueve
al hombre a hacer lo que hace será lo material y el
medio de intercambio y acumulación de la materia es el dinero. El
sustrato de la Historia y de la vida misma será económico, por eso Marx
considera que la Estructura (concepto marxista) es económica. La sociedad,
siguiendo esta lógica, estará dividida entre quienes más tienen dinero (materia
o posibilidad de conseguirla) y quienes menos tienen. De ahí la creación del concepto de clases sociales. La pertenencia a una
clase social lo determina la cantidad de dinero que poseo y no otra cosa.
El hombre siempre quiere dinero, pues es lo que lo hace “hombre” por así decirlo y la
moralidad de sus actos estará medida por esta vara, pues es puramente material:
el impulso a la acumulación de capital esta en la naturaleza humana tal como la
ve Marx: de ahí, a la explotación del hombre por el hombre, hay un solo paso. De
ahí también que lo hace “hombre” su relación con otros hombres, pues la
dialéctica, como vimos más arriba, considera que una definición es exacta si se
estudia en su relación con todo lo que lo ayuda a definirlo.
Ahora, el hombre para ser cada vez más hombre
(más material) debe explotar a otros hombres y en la
base de esta explotación esta la posesión de los medios de producción
que son los que le dan la posibilidad al hombre de acumular capital: la
posesión de la tierra y del capital para hacer fructificar esa tierra a un
nivel más allá del de subsistencia. Necesitará también la mano de obra que la
contratará a un precio inferior al de la tarea realizada, o sea, le dará un salario de subsistencia, para así
mantener a los otros hombres, que pueden competir con él por el dinero, en definitiva, que pueden impedirle su realización humana.
En un sistema como este en donde el Estado no interviene (por estar regido por
principios liberales ortodoxos) la acumulación de capital en pocas manos es
inevitable. Los que más tienen tendrán más a costa de los que menos tienen y
estos serán cada vez más y los otros cada vez menos. De
ahí a interpretar que este modelo en algún momento va a explotar si sigue así
no hay que ser ningún gurú. Marx profetizó el
desmadre, desmadre que no se dio porque el Estado intervino.
Para Marx la solución a este estado de cosas,
que consideraba injusto, era la llegada al sistema que NECESARIAMENTE vendría
después del capitalismo: el Comunismo. Este
sistema tenía una particularidad: no habría en él propiedad
privada. ¿Por qué?
Vamos un poco más atrás: para el filósofo judío
alemán lo que daba felicidad al hombre era la
igualdad. En contraposición, la desigualdad generaba infelicidad. ¿Cuál
es la causa de la desigualdad? ¿Cuál es la causa que haya personas de clase
alta y otras de clase baja? La posesión de los
medios de producción, la posesión de la tierra y el capital que pueden comprar
la mano de obra al precio que se le antoje. Por eso para volver a la
igualdad hay que eliminar lo que la causa: la
posesión, en definitiva, la propiedad privada. Eliminando la propiedad
privada, eliminaremos las clases sociales y al ser todos iguales nadie sufrirá
por la materia que el otro tiene y yo no.
¿Cómo llegamos a este estado de cosas? Como
dije arriba, el Comunismo es inevitable, pero podemos acelerar la llegada a
esta Edad de Oro. ¿Cómo? Por medio de la lucha de
clases. El sujeto histórico del cambio es el Proletariado:
la clase trabajadora desposeída de los medios de producción que solo subsiste
con un mísero salario. Cuando esta clase social tome el poder podrá instalar la Dictadura del Proletariado, un régimen de terror
para impulsar las medidas necesarias para acelerar la llegada al Comunismo.
Aquí nuevamente se hace presenta la dialéctica hegeliana:
La burguesía es la tesis, es la “cosa en sí”, la proposición afirmativa, la clase social surgida a
la luz de la Revolución Industrial. La tesis genera su contrario, su antítesis,
el proletariado, y lo genera porque posee los
medios de producción. En el coche de estos dos surge la síntesis, “la cosa en sí para sí”, la burguesía y
el proletariado, en donde queda algo de ambos pero no son ninguno de los dos, en
este caso, la eliminación de las clases sociales y de la propiedad privada, en
definitiva, el Comunismo.
Así, el medio para llegar a la felicidad será la revolución violenta. Pero todavía hay obstáculos:
el proletariado no sabe el rol histórico que tiene en la redención humana. Para
ello, el intelectual marxista deberá crear “conciencia de clase”, o sea,
iluminarlo sobre la necesidad de agruparse para luchar en contra del enemigo
común: la burguesía, o sea, los que poseen medios de producción.
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