En 1951 las estadísticas señalaron que los
obreros sumaban 7 millones, o sea, el 39% de la población, y que el 70% de
ellos (unos 5 millones) estaban sindicalizados. Se criticó a Perón que los
reiterados aumentos de salarios beneficiaban a unos en desmedro de otros y que
la constante inflación incidía de manera adversa en los niveles de vida del
resto de la población. A estas acusaciones, Miguel Miranda, persona de
confianza del General y artífice de la política económica de la primera
presidencia, respondió:
“¡Qué me importa la clase media!
Ella no decide las elecciones”
Pero la economía comenzó a averiarse a partir
de 1952 y la política económica tuvo que tomar un nuevo camino. No quedó otra
que gestionar un empréstito a EEUU para recomponer las finanzas y superar los
síntomas críticos de la economía. Este crédito permitió respaldar a un grupo de
bancos argentinos sus deudas por valor de 125 millones de dólares. En una de
las manifestaciones populares y ante las críticas de la oposición por el
despilfarro de divisas que había hecho Miranda, Perón preguntó a sus
seguidores:
“¿Para qué queremos dólares?
¿Ustedes vieron un dólar alguna vez?”
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