El sistema político argentino contemporáneo
esta basado en una red de relaciones corporativas: la corporación de políticos,
la de medios de comunicación, la de las agrupaciones sindicales y patronales. Nuestro sistema político no es (como no lo es el de ningún
país del mundo) una democracia en sentido estricto. El pueblo no elige, no es libre en su elección y nunca lo
fue, ni nunca lo será. Tampoco hay un ordenamiento educativo que prepare
a los funcionarios para la gestión gubernamental. La escuela de los políticos es
“la calle” y las relaciones que se desprenden de ella. Gran problema este,
porque “la calle” no es medida de orden ni buena gestión, “la calle” no es
medida de nada.
En esta red de relaciones corporativas,
amparadas por el sistema democrático, se hace cada vez más evidente la máxima
presentada por el revisionismo histórico argentino: los
que nos manejan son funcionales al poder foráneo. Pero a diferencia de
la mitad del siglo XX donde el poder foráneo todavía se podía identificar con
naciones en particular, hoy esto no es posible. El
poder foráneo puede estar formado por argentinos y seguir siendo foráneo porque
aquellos que no trabajan por y para la Patria son mercenarios.
El mercenario no nace, se hace. El mercenario es individualista y cobarde. Individualista
porque trabaja para él y su entorno y no cree que haya algo más allá de sus
afectos por lo que pelear. La
Patria es una palabra que le causa “ruido”, es demasiado
“militar”, demasiado violenta y la violencia pone en peligro sus bienes y su
estabilidad. También es un cobarde, porque no le interesa pelear por un futuro
mejor por lo menos para los suyos, ya que en el fondo tiene miedo de perder lo
que ha ganado “en justa ley” como les gusta decir. Así, a diferencia del héroe,
el mercenario actual es sedentario por miedo a perder lo que ganó, por el apego
a lo que es de él, no importa como fue obtenido. Pero cuidado, el mercenario
quiere que lo aplaudan cuando desde su lustrada banca de diputado o senador “defiende los intereses de sus representados”,
y quiere que lo aplaudan porque se considera un hombre respetable sacado de la
sociedad para manejar los asuntos “del
común”. El mercenario es una persona despreciable que nada le aporta a la
patria pero lamentablemente la maneja.
El patriota es un héroe y su
heroicidad radica no en sus intervenciones esporádicas por la defensa de la
patria ni en cantar el himno sino en su incesante lucha cotidiana por deshacer
a la patria de los mercenarios que la tienen presa. El patriota conoce al mercenario, sabe lo que
quiere y de donde viene, y sabe que hoy ha usurpado lo que él más quiere. Pero
es paciente y espera, espera por el bien de la patria relegando el suyo
inmediato. El patriota es sano, de buenas intenciones y de un espíritu
inquebrantable. No negocia, no transa. Es leal, no traiciona. El patriota es el
caudillo natural para guiar a la
Patria , pero no la tiene. ¡Esta es la tragedia que vive
nuestro pueblo!
Hoy en la Argentina hay millones
de patriotas diseminados por todo el territorio, que luchan incansablemente
contra los mercenarios que día a día, descaradamente y delante de sus narices y
la de sus hijos, le quitan lo que les pertenece. Pero estos heroicos compatriotas saben que
esto no puede ser para siempre y que en algún momento, con la ayuda de la Virgen Santísima , nuestra
Patria será liberada y podremos trabajar todos juntos para que ella sea lo que
se merece ser. A no desfallecer, la lucha continua.
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