A continuación un texto de Leonardo
Castellani sobre el Anticristo en su brillante libro “El Apokalypsys de San
Juan”
Voy a copiar ahora resumiendo un
papel en que Benavides consignó lo que la Iglesia enseña en general acerca desa
misteriosa y pavorosa figura que desde 2000 años ha se conoce con el apodo de
Anticristo. Puede servir como el retrato del Anticristo, que el viejo
respondía, cuando le pedíamos que lo hiciera, que ya estaba hecho, o que no era
cosa de hacerla él.
Para el viejo el Anticristo era
una cosa real, y aún diría que – subjetivamente y en su mente – una cosa
presente. Creía al pie de la letra que iba a venir, tan ciertamente como el
cometa Halley o la desintegración del átomo. Le llamaba "la clave
metafísica de la historia humana". Cuando le pedíamos que nos hiciera su
retrato – y la señora Priscila, temperamento novelesco, era literalmente golosa
de eso – siempre se excusaba diciendo que habría que tener en los labios la
brasa de Isaías, las llamas del Dante, el tizón de Milton, las cenizas de
Baudelaire y encima de esto el poder verbal de Hugo y la fuerza simbólica de
Claudel – ¡échale un galgo! – para tentar esa empresa, que, por lo demás, ya
estaba hecha por los escritores eclesiásticos antiguos y modernos. Una vez me
remitió a un libro de Tomás Maluenda, que nunca pude encontrar en ningún lado.
Otra vez me dijo que si quería "vislumbrar de lejos" – así dijo – el
alma del Anticristo, que leyese a Nietzsche y al Conde de Lautréamont. ¡Vaya
chiste! Lo que queríamos nosotros era que él, que lo había leído todo, nos
diese el resultado, y nos hiciese una síntesis de una vez. Pero eso tiene el
leer demasiado, que uno no puede sintetizar. Además, parecía que al Anticristo
el viejo Benavides no lo hubiese leído, sino que le hubiese visto; y que esa
vista lo hubiese dejado sin palabra. Mas el resumen que saqué yo de sus notas
es éste:
[...]
Todos los antiguos escritores
eclesiásticos dijeron, o mejor dicho tradiderunt (transmitieron) que en la
consumación del mundo, cuando el Orden Romano será destruido, habrá diez reyes
– o varios Reyes, como San Agustín interpreta, número definido puesto por el
indefinido – que llama la Escritura los "Diez Cuernos de la Fiera";
que procederán por cierto del Romano Imperio pero no serán emperadores romanos,
los cuales el orbe románico destruirán; y de entre ellos, cuerno undécimo,
surgirá el Anticristo. Esto leían ellos con toda claridad en el Apokalypsis y en
Daniel.
Un "cuerno pequeño", es
decir, un rey oscuro y plebeyo, que crecerá quizás de golpe, en medio de ellos
y a la vez como fuera de ellos, porque es el undécimo, el apéndice, fuera del
número perfecto y del orden consuetamente admitido: un parvenú, un inmiscuido
entre las naciones, el cual vencerá a tres reyes, a los mayores, o los
cercanos, y "los otros se le someterán". Yerran pues todos los que
opinan que los "diez reyes" de Daniel y el Apokalypsis han sido los
diez emperadores que han perseguido a la Iglesia, como Nerón, Domiciano,
Trajano, Antonio, Severo, Aureliano, Decio, Maximiano, Valeriano y Diocleciano;
porque ni vivieron en el fin del mundo, ni a tres de ellos postró el
Anticristo, ni la sucesión de sus reinados puede tomarse por la simultaneidad
que claramente predican los libros santos.
El Anticristo no será un demonio
sino un hombre demoníaco, tendrá "ojos como de hombre" levantados con
la plenitud de la ciencia humana y hará gala de humanidad y humanismo;
aplastará a los santos y abatirá la Ley, tanto la de Cristo como la de Moisés;
triunfará tres años y medio hasta ser muerto sine manu, no por mano de hombre;
hará imperar la "abominación de la desolación", o sea, el sacrilegio
máximo; será soberbio, mentiroso y cruel, aunque se fingirá virtuoso; fingirá
quizás reedificar el templo de Jerusalén para ganarse a los judíos, pero para
sí mismo lo edificará y para su ídolo Maozím; idolatrará la fuerza bruta y el
poder bélico, que eso significa Maozím: fortalezas o munimentos ; y quizás
adorando al mismo personal demonio Mavorte o Marte, que adoraron los paganos;
pero él será ateo y pretenderá él mismo recibir honores divinos; en qué forma
no lo sabemos: como Hijo del Hombre, como verdadero Mesías, como encarnación
perfecta y flor de lo humano soberbiamente divinizado, como Fuhrer, Duce,
Caudillo y Salvador de los hombres, como Resucitado de entre los muertos.
Fingirá quizás haber resucitado
de entre los muertos; ¿usurpará fraudulenta la personalidad de un muerto
ilustre? ¿O restaurará un imperio antiguo ya muerto? Reducirá a la Iglesia a su
extrema tribulación, al mismo tiempo que fomentará una falsa Iglesia. Matará a
los Profetas y tendrá de su parte una manga de profetoides, de vaticinadores y
cantores del progresismo y de la euforia de la salud del hombre por el hombre,
hierofantes que proclamarán la plenitud de los tiempos y una felicidad nefanda.
Perseguirá sobre todo la predicación y la interpretación del Apokalypsis; y
odiará con furor aun la mención de la Parusía. En su tiempo habrá verdaderos
monstruos que ocuparán sedes y cátedras y pasarán por varones píos, religiosos
y aun santos; porque el Hombre del Delito tolerará un cristianismo adulterado.
Abolirá de modo completo la Santa
Misa y el culto público durante 42 meses, 1.260 días. Impondrá por la fuerza,
por el control de un estado policíaco y por las más acerbas penas, un culto
malvado, que implicará en sus actos apostasía y sacrilegio; y en ninguna región
del mundo podrán escapar los hombres a la coacción de este culto. Tendrá por
todas partes ejércitos potentes, disciplinados y crueles. Impondrá
universalmente el reino de la iniquidad y de la mentira, el gobierno puramente
exterior y tiránico, una libertad desenfrenada de placeres y diversiones, la
explotación del hombre, y su propio modo de proceder hipócrita y sin
misericordia. Habrá en su reinado una estrepitosa alegría falsa y exterior,
cubriendo la más profunda desesperación.
En su tiempo acaecerán los más
extraños disturbios cósmicos, como si los elementos se desencuadernaran; que él
pretenderá dominar en su potencia. La humanidad estará en la más intensa
expectativa, y la confusión más grande reinará entre los hombres. Rotos los
vínculos de familia, amistad, lealtad y consorcio, los hombres no podrán fiarse
de nadie; y recorrerá el mundo, como un tremor frío, un universal y despiadado
sálvese quien pueda. Se atropellará lo más sagrado y ninguna palabra tendrá fe,
ni pacto alguno vigor, fuera de la fuerza. La caridad heroica de algunos
fieles, transformada en amistad hasta la muerte, sostendrá en el mundo los
islotes de la Fe; pero ella misma estará de continuo amenazada por la traición
y el espionaje. Ser virtuoso será un castigo en sí mismo, y como una especie de
suicidio.
El Anticristo será aniquilado por
el Arcángel Mikael. Después de su muerte tendrán los hombres por lo menos 45
días para hacer penitencia; quizás muchos más, años enteros. Probablemente será
de origen judío, subido al poder supremo por demagogia, intrigas, maquiavelismo
y los más fríos y calculados crímenes; y también probablemente los judíos serán
su guardia de corps y el instrumento de su potencia, al principio por lo menos.
A su caída tendrán los fieles libertad; pero atónitos, derrotados y dispersos,
no se reorganizará la predicación, ni por ende la Fe, sino pasado algún tiempo.
La sombría doctrina del
bolchevismo no será la última herejía, sino su etapa preparatoria y destructiva.
La última herejía será optimista y eufórica, mesiánica. El bolchevismo se
incorporará, será integrado en ella. Sobre la doctrina del Anticristo tenemos
cuatro puntos ciertos: 1. Negará que Jesús es el Salvador Dios (Joa. II); 2. Se erigirá como salvador absoluto de la
humanidad (Joa. V ) ; 3. Se divinizará
(II Thess. II); 4. Suprimirá, combatirá
o falsificará todas las otras religiones (Dan. VI). Vendrá de los judíos y será
de ellos, en parte al menos, recibido como Mesías; y que será judío de
nacimiento, circunciso y que observará el sábado, al menos por un tiempo; y que
su ciudad capital será Jerusalén. Belarmino lo da como cierto, y Lactancio,
Jerónimo, Teodoreto, Ireneo como probable. No impugnará al cristianismo en
nombre del cristianismo, como Lutero y sus secuaces, pero aprovechará-y
reducirá a sí mismo todo el cristianismo falsificado que encontrará entonces.
No
será rey hereditario, se elevará del suelo y obtendrá la púrpura por fraude y
homicidios; reinará apoyado en el Asia y sujetará el Occidente. Gog es un rey y
Magog es su tierra; y los hebreos entendieron siempre, según la tradición
refiere, por el nombre de Magog a los escitas, "tan blancos como
crueles", es decir, la gente del Cáucaso y más allá de los Urales; pero el
ejército de Magog se compondrá de toda la tierra, pues el profeta Ezequiel
enumera en él nominalmente a los persas, los etíopes, los hispanos (Tubal) y
los nórdicos (Togormá). Este ejército será destruido por fuego según está
escrito: "Fuego y azufre lloveré sobre él y sobre el ejército suyo".
Estas bromitas que están haciendo ahora con la "desintegración del
átomo", bien podrían ser una sorpresa y "encadenarse" – o
desencadenarse – como los hombres de ciencia y hombres de técnica no imaginaban.
Hará portentos tales, mentirosos
y embaidores, que pasmará a los hombres. La Escritura pone tres ejemplos
concretos: hacer caer fuego del cielo, hacer hablar la imagen de la Bestia, y
una muerte y resurrección amañada; pero nada dice, ni podía decir, acerca del
modo dellos. Estos portentos están ya casi al alcance de la magia de la moderna
"Ciencia", que cada día es menos ciencia y más magia, y magia negra
por cierto; porque la moderna tecnología o tecnología se está moviendo más cada
día fuera de la órbita del conocimiento de Dios y del hombre, y hacia el
dominio utilitario y temerario de las fuerzas cósmicas; y aun hacia la
destrucción y el estupro de Universo. Los hodiernos ensoberbecidos
"sabios" se han evadido hace mucho del respeto a los senos de la
naturaleza, que hacía a los griegos – testigo Aristóteles – prohibir la
disección de los cadáveres; y están invadiendo el dominio de los ángeles,
guiados quizás por uno dellos, porque lo que llamamos ether, decía la antigua
teología y Santo Tomás lo recoge, es el lugar de los ángeles; la porción de la
materia creada en la cual el ángel mora, en el sentido en el cual un ángel
puede morar en lo material; es decir, el elemento desde el cual el espíritu
puro puede ejercer su acción sobre lo sensible creado; la médula del cosmos, el
fluido nervioso del mundo, el puente de la materia al espíritu, consustanciado
a él, no por naturaleza sino por ordenación creadora.
Y nada más. Si Roma será o no
destruida, conforme a la letra de una descripción apocalíptica, no lo sabemos,
aunque muchos Santos Padres lo creen.
"Romanum, inquit, nomen , quo nunc regitur orbis (borret animus
dicere sed dicam quia futurum est), tolletur de terra, et Imperium in Asiam
revertetur, ac rursum Oriens dominabitur ; atque Occidens serviet"
[Digo que el nombre romano, con el cual hoy se rige el orbe (me horroriza
decirlo pero lo diré, pues ha de suceder) será quitado de la tierra; y el
Imperio volverá al Asia y de nuevo dominará el Oriente; y el Occidente
servirá], exclama Lactancio; y lo sigue San Agustín, interpretando a San Pablo,
en el Capítulo 1 del libro XX de De Civitate. San Victorino Mártir netamente
asevera que "la Iglesia será
quitada", pero eso no significa que será extinguida del todo y
absolutamente, como opinó Domingo Soto, sino su desaparición de la sobrehaz de
la tierra, y su vuelta a unas más oscuras y hórridas catacumbas.
Todo lo demás son conjeturas
bordadas con más o menos inteligencia por los exegetas; esto que va arriba está
en la Escritura y la tradición literalmente.
[...]
Hasta aquí el papel del vejete;
es decir, la parte sana del papel.
[...]