"La primera ley de la historia es no atreverse a mentir, la segunda, no temer decir la verdad" Su Santidad Leon XIII

lunes, 26 de noviembre de 2012

Discurso por el día de la Independencia


A continuación comparto con todos uds. el discurso leído en el Acto de la Independencia en uno de los Colegios donde doy clase. 

Hoy estamos reunidos aquí para conmemorar los ciento noventa y seis años de la declaración de la independencia. Me gustaría compartir algunas palabras con Uds. en este día tan especial para la Patria, para nuestra Patria.

Si bien la declaración de independencia se dio en situaciones gravísimas ya sea dentro como fuera de la patria, hubo quienes, sin importar nada, se jugaron e hicieron “lo que querían y tenían que hacer”. Dejaron esposa e hijos, dejaron afectos y negocios, dejaron tierras y costumbres, todo para no someterse al espíritu materialista que se venía proponiendo desde Europa. Lo hicieron principalmente para guardar aquello que consideraron primordial para ellos, para sus familiares y para sus futuros hijos y nietos y por respeto a sus abuelos y antepasados. Lo hicieron para no perder el espíritu, lo hicieron para no dejarse ganar por el Capitalismo que se presentaba avasallante, este sistema perverso que basaba (y lo sigue haciendo hoy) todo en la acumulación de capital, recurriendo a la usura y a la competencia ilimitada y destructiva. Por algo la Iglesia condena la usura diciendo que empobrece y esclaviza a los hombres. Los próceres se dieron cuenta que si esto prosperaba, toda la felicidad por la que peleaban para sí y para sus sucesores, se perdería y esta tierra se transformaría en una tierra asolada por el capital. 

Muchas veces les dicen a uds. que hay que imitar a estos hombres en el amor que ellos tenían por la Patria, que hay que jugarse por el otro tal como lo hicieron ellos, todo para hacer grande este país. Pero, la gran incógnita antes de imitar a los próceres es preguntarse si uds. aman a la Patria ¿La sienten como suya, tal como sienten a su familia, a sus padres?  ¿o es una palabra más que aprenden en la escuela junto al himno y la bandera pero que no les remite nada, no los moviliza nada?

Ahora lo pienso yo por uds, denme esa licencia. Si la Patria es ver a mis padres trabajando sin descanso y cuando van al supermercado  no pueden llevar todo lo que necesitan porque no les alcanza el dinero de su sueldo: yo no amo a la Patria. Si la Patria son los políticos corruptos que descaradamente le roban el dinero y las esperanzas a miles de hermanos míos, que se enriquecen vilmente delante de nuestras narices: yo no amo a la Patria. Si la Patria es la muerte a la vuelta de la esquina en manos de un adolescente que rápidamente se transforma en inimputable por una justicia corrupta y una ley injusta, dejando familias desvastadas moral y económicamente: yo no amo a la Patria. Si la Patria es entregar los recursos de nuestro suelo y subsuelo a intereses foráneos e individualistas para que los exploten y así empobrezcan cada vez más a mi pueblo: definitivamente, yo, ni ninguna persona de buena voluntad, amará esta Patria, ni ninguna que se le parezca. Si lo vemos así, diremos tal como Artigas antes de morir y enterarse de que la Banda Oriental se había independizado siguiendo los designios de Gran Bretaña: “ya no tengo Patria”. Lo peor es que quedarse sin Patria es quedarse sin historia, sin tradiciones, sin hogar, sin familia… es quedarse sin alma. Y si estamos así, estamos en problemas.

Pero, todo esto que mencioné y que vivimos a diario, uds. y yo, no es la Patria, sino la usurpación que han hecho de ella quienes no la aman, quienes no la sienten, quienes solo la quieren para enriquecerse y vivir una vida “plena y feliz”… a costa de los demás. Definitivamente no entienden nada del amor y se mueven por el odio que irradia su individualismo más atroz. Pobre de ellos, no me gustaría estar en sus zapatos cuando haya que rendir cuentas.

La Patria es el hogar de nuestros padres, nuestros abuelos y nuestros antepasados, es la tierra que les dio todo lo necesario para vestirse, para comer, para vivir y para dar gloria a Dios y nuestra buena Madre. La Patria son nuestras tradiciones centenarias que no debemos perder so pena de caer en un consumismo desenfrenado propuesto sin cesar como un bombardeo (y perdón por la metáfora poco feliz) por el Imperio del Norte y lamentablemente como el que sufre todo mundo actual luego de la Segunda Guerra Mundial; recuerden: el consumo desenfrenado lleva a la dispersión mental y la dispersión mental impide pensar y… a la larga, impide amar. Destruir a mi prójimo, empobrecerlo para obtener el dinero que necesito para ser feliz, no es amor, es odio. El espíritu agitado por el consumo es como un estanque de agua en ebullición que no deja ver el fondo, la esencia, lo verdadero. Así, pasamos del blackberry, al msn y del msn al Facebook del Facebook al twitter, así nos pasamos las horas, los días y los meses atrapados en la red: ¿Qué hicimos con los talentos, con esos dones que Dios nos dio al nacer para que hagamos fructificar ayudando a nuestra familia, nuestros amigos, a los más necesitados, en definitiva, a la Patria? Si yo se que soy bueno en el arte o en deporte, si se que tengo el don de entender a los demás o de transformar los ambientes viciados por el odio en ambientes dignos de habitar por la paz y armonía que da mi alegría, si sé que tengo esos bienes espirituales enormes, heredados por Dios para hacer el bien, ¿por qué no hago nada? Se lo preguntaron alguna vez. ¿Qué hacemos de bueno para ayudar al prójimo tal como enseño nuestro Divino Maestro, Jesús? ¿Qué hacemos de nuestra vida? ¿Qué hacemos por la vida de los demás? En definitiva, el blackberry, el televisor 42 pulgadas y la Playstasion pasarán, pero el acto desinteresado de amor hacia aquel pobre hombre o mujer tan necesitado queda marcado en su espíritu como fuego. Se los aseguro. No lo digo yo, lo dice Cristo, el sabe, el es Dios.

La vida es corta, es un instante al lado de la eternidad que nos espera. No podemos desperdiciarla saltando de bienes en bienes, de diversiones en diversiones… no podemos vivir evitando los problemas que nos llevan a esta gran evasión, evitando los problemas que nos llevan a narcotizarnos con Internet o escondernos detrás del chat del celular. Debemos ser firmes y hacer frente a la adversidad. Hay que poner punto final a este espíritu vagabundo para tomar las riendas de nuestras vidas y transformarnos en la ayuda al prójimo, tal como Cristo nos enseño y que a la larga es lo único que nos va a dar la Verdadera Felicidad, la felicidad que da habernos sacrificado por el otro, tal como Cristo lo hizo por nosotros. Así cuando nos presentemos ante El y nos pregunte: ¿Qué has hecho con todo lo que te di? Podamos responder: todo esto Padre. Entonces, hijo mío, toma la corona de la gloria que te he prometido y goza de mi Reino en el que no sentirás dolor ni sufrimiento y todo será gozo.

Sino volvemos otra vez a la esencia y dejamos de lado lo contingente, lo material no podremos sostener lo poco que queda de la independencia lograda por nuestros antepasados, no podremos recuperar la Patria, usurpada por aquellos que piensan solo en enriquecerse sin importar el empobrecimiento de los demás. Apurémonos, la historia me ha enseñado que las Patrias desaparecen. 

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