Hay en la Argentina un nuevo movimiento, hay
una reacción a la acción desmedida de grupos heterogéneos que quieren destruir
la Patria. Seguramente a muchos les sonará “facho”
la expresión “destruir la Patria”,
algo así como anacrónico, ¿no? pero no le hablo a aquellos, pues no creen que
exista la Patria. Para ellos solo existe el “aquí
y ahora” que se puede ver y tocar, y los que creemos en la existencia de la
Patria no nos quedamos con el “aquí y
ahora” sino que buscamos en el pasado, en nuestro pasado, la identidad que
nos informa, que nos da forma, para conocernos tal cual somos y para
proyectarnos con éxito en el mundo que nos toca vivir.
Lo que somos no comienza en 1810 ni en 1816, lo
que somos comienza con la fundación de las ciudades por los conquistadores
españoles. Ellos trajeron un orden y un espíritu. ¡Otra expresión fachista!
¿no? Hablar de los conquistadores es un pecado mortal para la América
contemporánea, pero negar la realidad no la destruye
sino que nos destruye. Por eso no me importa y hablo de los
conquistadores, sí, los conquistadores, aquellos hombres que, con infinidad de
vicios y virtudes, trajeron un nuevo orden completamente diferente al que
estaba y que desde el hoy, si tenemos buena voluntad, nos damos cuenta que el
que estaba nada tenía que ver con nosotros. ¿Qué tiene que ver con nosotros los
sacrificios humanos al dios Sol? ¿Qué tiene que ver con nosotros el sacrificio
de niños inocentes para alimentar a este dios? ¿Qué tiene que ver con nosotros
la esclavitud más deplorable de pueblos indígenas en manos de Imperios
indígenas absolutistas y centralizados? ¿Sabías que era frecuente que la carne
de la víctima fuera consumida en un banquete ritual, en el que el ofrendante no
participaba? Esta era la cultura precolombina y no el buen salvaje de Rousseau.
El que quiera que me pida pruebas bibliográficas: tengo muchas.
Varias cosas nos han delegado los españoles de
antaño: nos dieron la religión cristiana (que
no es un sacerdote pedofilo sino que es otra cosa más profunda) que enseña el
amor al prójimo y la entrega total a Dios y a los demás. Nos dieron un
ordenamiento que se ajusta a la realidad humana individual y colectiva: el federalismo. Nuestra nación, que nació antes que
el Estado, se formó “desde abajo”.
Las familias que se unieron para fundar ciudades, las ciudades que se unieron
para formar regiones y las regiones que se unieron para formar provincias que
luego negociaron con sus pares la formación de una nación. Evolución natural y espontánea, nacida de las necesidades
de la persona que no puede vivir sin su familia y sin la sociedad. Evolución
natural y espontánea de aquellos que viviendo en comunidad no satisfacen todas
sus necesidades dentro de la familia y necesitan de su relación con las otras
familias, fundando la comunidad. No somos seres aislados, somos seres
sociales y necesitamos de la familia y de la comunidad para lograr nuestros
anhelos y nuestras aspiraciones. Nuestra tradición no
es un Estado absolutista que nos marca el ritmo y nos impone “desde arriba”
sino que nuestra tradición es el federalismo que funda la sociedad que luego
controlará a la política y de ahí todos nuestros sufrimientos presentes.
Cuando el Imperio Español (del cual formábamos parte pero comenzó a despreciarnos bajo el gobierno
de los liberales) entró en crisis, decidimos separarnos e independizarnos. No de sus enseñanzas (la Religión y el Federalismo, el
amor al prójimo y el amor a la Comunidad) sino de aquellos que lo tenían
tomado y querían cambiar su esencia. Y así fue como
hombres grandes y con un espíritu fuerte se lanzaron a la conservación de
nuestra naciente nación. Dejaron familia, dejaron amigos, pasaron
hambre, angustias, dolores físicos y morales, tormentos y todo tipo de
sufrimientos para que se sostenga lo que éramos, para que no se pierda lo construido
en el espacio y en el tiempo. No buscaron el dinero
que da la tranquilidad presente pero que termina anulando los dones recibidos,
sino que se entregaron a defender una realidad que, si perecía, haría
desaparecer siglos de trabajo y sudor de sus antepasados y de la Patria misma. ¡Esto
es entrega al prójimo! Lamentablemente las mentes contemporáneas no pueden
comprender esto, las mentes contemporáneas no pueden entender como una persona
puede dejar la comodidad de su vida presente para lanzarse a una aventura, que
de por sí lleva todas las de perder (sino
porque hoy la política es el principal canal de enriquecimiento). En
realidad, hoy hay muchas más comodidades que ayer. El
consumismo nos ha adormecido, creo que queda claro, no hace falta que lo
pruebe. Pero para entender a estos grandes hombres hay que despojarse de todo
nuestro presente y bucear en “su” presente. Solo así entenderemos lo que
hicieron y por qué lo hicieron.
Desde ahí comenzamos a fortalecer nuestra
nación. Sufrimos ataques de ideologías foráneas, que nada tenían que ver con
nuestra realidad y nuestro sentir. Muchas veces,
nuestro pueblo tuvo que sufrir gobernantes guiados más por estas ideas extrañas
a sus aspiraciones y a sus fines que por lo que necesitaba nuestra sociedad.
Pero la comunidad soportó. La Nación no se disgregó,
porque había algo más fuerte que el poder político no podía destruir, una unión
profunda e invisible forjada con siglos de sufrimiento y entrega.
Hoy, en el siglo XXI, esta unión
profunda e invisible, surge otra vez con una fuerza inaudita. El poder político quiere destruir
lo poco que queda de nuestra identidad. Leyes extrañas a nuestro sentir,
copiadas de países que nada tienen que ver con nosotros y nuestra historia; ataques
a la sociedad buscando someterla incondicionalmente a los designios de un grupo
político corrupto que trabaja para sí y desprecia a la comunidad; todo tipo de
desprecios y desplantes.
Nuevamente la sociedad argentina esta
frente a un poder político que busca destruirla. Estas
fuerzas extrañas que guían hoy a la Patria no nos deben confundir. No se
construye una gran nación creyendo que la corrupción es necesaria “para subvencionar a la política”, ni se
construye una nación promoviendo todo tipo de leyes contrarias a nuestro sentir
histórico. No. La violencia ejercida “desde
arriba” como la ejercida “desde
abajo” siempre fue deplorada en nuestro país. Nuestros antepasados nos
enseñaron que para construir debe haber paz y para que haya paz debe haber
orden. Pero el orden no se construye con caos, ni con prepotencias, ni con
violencia psicológica. El orden se construye aceptando la realidad, que es la
única verdad.
AMARILLO PATETICO!
ResponderEliminarRANCIA ARISTOCRACIA OLGIGARQUICA Y CONSERVADORA YA NO ENGAÑAS A NADIE CON TU ETICA PATETICA!
Nuestra identidad es tambien MESTIZAJE racial y cultural y no la busqueda del choque de clases! Estamos perdiendo el rumbo, somos como ovejas sin pastor porque no reconocemos nuestras raices. Asi se destruyen los pueblos! socavando sus cimientos. No permitamos que no destruyan. Defendamos el orden, el orden NATURAL. Reconozcamos nuestra sangre española, no nos avergoncemos de lo que somos. Cuando la gente deja de defender lo suyo y, ademas, lo ataca, lo odia, lo desprecia... Cuando todo esto sucede empieza a agonizar la Patria. RAYEL
ResponderEliminarVERGuENZA!
ResponderEliminaryo tengo bandera celeste y blanca...no un trapo de mierda de la urss...ni un "azul hebreo" y blanco como la porqueria que usa la apatrida wilhelm y toda la sinagoga k
ResponderEliminarMuy buena la nota!
ResponderEliminarCarolina Enterrios