En su ensayo sobre la “Historia de las ideas políticas en Argentina”, Vicente Sierra expresa en su capítulo VII, Desde los gobiernos de la oligarquía hasta el triunfo de la democracia social como surge el movimiento nacionalista que llevó al general Juan Domingo Perón. Cito algunos párrafos y algunas enseñanzas para el futuro.
“Nace entonces el movimiento nacionalista y no se desarrolla el socialismo ni el comunismo porque ninguno de ellos está en condiciones de comprender lo que comprenden algunos pensadores jóvenes que surgen del nacionalismo, o sea, que el problema a resolver no es una cuestión de sistema económico o de formas de gobierno, sino de sentido de la vida. Es el nacionalismo quien comprende que la fuente de los males consiste en una deformación tal de lo que debe entenderse por naturaleza humana, que lo esencial es comenzar por restablecer la verdad objetiva. Con lo cual, la cuestión se trueca en un problema de orden religioso, puesto que al serlo de orden moral no tiene soluciones si se prescinde de la posición del ser en el cosmos.”
[Esto solo pudo darse ya que la Iglesia Católica enseñó sin vacilar las Verdades inmutables a los jóvenes. Este nacionalismo fue posible en nuestro país porque las enseñanzas de la Iglesia a las familias y a los jóvenes se dieron en silencio y sin contaminación. Fue ese sustrato doctrinal el que dio la posibilidad a esa generación de “comprender” que “el problema a resolver no es una cuestión de sistema económico o de formas de gobierno, sino de sentido de la vida”. Y no solo lo comprendieron sino que buscaron la solución donde debían buscarla: en los tesoros eternos de la Iglesia Católica.
Hoy en día estamos frente al mismo problema. Ni el comunismo ni el socialismo entienden cuál es el principal problema y se quedan en las cuestiones económicas o sociales o en los asuntos de gobierno. ¿Y el nacionalismo? El nacionalismo quiere repetir la experiencia de la década del 30 pero no se da cuenta que el sustrato familiar y juvenil al que apunta nada tiene que ver con el de la década del 30, trabajado desde finales del siglo XIX por una Iglesia que no defeccionaba. Por eso el nacionalismo debe preguntarse si ese paso previo que necesita para triunfar sobre la sociedad se dio o se esta dando, pues sino toda su prédica caerá en “saco roto” y quedará encapsulado entre quienes todavía siguen la tradición católica. No digo que no deben luchar en las calles. De hecho hay que hacerlo siempre, pero debe saber que la solución al triunfo verdadero (pues puede haber un triunfo sobre la masa que nace de la desilusión de los regímenes que imperan, pero ese triunfo es fugaz y puede tentar a los integrantes del Nacionalismo a creer que ha llegado el momento cuando en realidad solo tienen el gobierno y no el poder ni las conciencias) vendrá cuando la doctrina inmutable de Cristo bañe a la sociedad toda, porque es esta doctrina la que sosiega las conciencias, presupuesto necesario para gobernar para el bien común.
Por otro lado, Sierra dice que “lo esencial es comenzar por restablecer la verdad objetiva”. ¿Quiénes deben realizar esta obra de unificación? He aquí la que vio que sino se restablecía la verdad objetiva ningún triunfo sería duradero. Hoy estamos nuevamente viviendo sobre bases endebles por ser relativas. En la década del 30 la oligarquía dirigente estaba alejada de la verdad objetiva pero las familias fueron acercadas a ella por la Iglesia Católica. La gran diferencia entre la década del 30 y hoy es que en aquellos años las familias que conformaban la sociedad argentina eran, en su mayoría, católicas de veras y hoy ya no lo son. Y peor aún, la Iglesia era firme en sus enseñanzas y hoy ya no, no dudaba y hoy sí. Por eso el gran problema de la Patria en general y del Nacionalismo, en particular, es que necesita para su triunfo que se restablezca la “verdad objetiva” pero no solo entre la clase dirigente, como en la década del 30, sino en toda la sociedad laica y, lo más difícil, religiosa.
La única institución que porta la Verdad Objetiva es la Iglesia Católica y si esta ya no la enseña en su totalidad, ningún triunfo será seguro y duradero. El Nacionalismo debe trabajar por extirpar al Modernismo que esta dentro de la Iglesia Católica pues solo así logrará la restauración de la verdad objetiva y el sustrato social necesario para el triunfo político. Los enemigos de la Patria se dieron cuenta de esto y atacaron la esencia misma: la Religión. Por eso Antonio Gramsci llamó a la izquierda a imitar al modernismo para destruir a la Iglesia, pues vio en él la mejor arma: la ambigüedad.]
“Mas, paralelo a este nacionalismo y, a veces, confundiéndose con él, se desarrolla un movimiento de masas jóvenes que, por las circunstancias internacionales, unido a la conciencia de que es necesaria una transformación integral del estado, cae, por imitación, en formas extremistas de tendencia totalitaria, lo que detiene el desarrollo del nacionalismo como fuerza política, puesto que el totalitarismo constituye un sistema fundamentalmente extraño a la moral histórica, católica e hispana de nuestro pueblo. [Muchas veces el Nacionalismo cae en estos totalitarismos porque no los mueve el amor a la Patria sino los aplausos del triunfo y peor aún, otros se entregan a estas tendencias canalizando una personalidad violenta y cruel, valores que nada tienen que ver con nuestra tradición hispana y católica] Por otra parte, el elemento pensante del movimiento no ha logrado elaborar una posición totalmente concreta, porque su misión no pudo ser, en esa primera etapa, sino esencialmente crítica. Es tal la deformación mental en que el liberalismo ha forjado al hombre argentino que, antes y sobre todo, como labor previa, fue necesario desbrozar la maleza para forjar una nueva conciencia de lo nacional. Y es esa labor, paciente y silenciosa, ignoradas por la gran prensa, despreciada por los intelectuales consagrados en las academias, en la universidad y en los altos cenáculos literarios, la que logra, a pesar de toda, abrir brechas tan profundas en las fortificaciones del régimen vigente que no es extraño, sino para los incapaces de comprender el proceso de la historia, todo lo que ocurre en la Argentina, después de 1943. Es el nacionalismo quien plantea en el país que el móvil esencial del movimiento obrero es una cuestión de dignidad tanto, como una cuestión de interés. El gran problema es salvar los escollos sin los riesgos que los mismos involucran, pues el liberalismo ha forjado un espíritu de hostilidad al trabajo, en virtud del cual, el atender los intereses de los trabajadores mediante un mejoramiento de la vida material agudiza el mal. Lo que no es una cuestión estrictamente moral, que quiere decir que, la meta a alcanzar, no puede ser otra que la que permita conservar y restituir al trabajador el placer del trabajo.”
“Es el nacionalismo el que advierte que en las luchas políticas argentinas hay una lucha social y, a veces, una lucha religiosa, que si bien la depauperación de las masas señala que se trata de una cuestión vinculada a la economía, lo cual, al final de cuentas puede ser salvado por el liberalismo en un momento de inteligencia, la cuestión de fondo es de orden ético. Entra en juego algo que el socialismo ni el comunismo advierten, y es que se trata, también, de un problema de dignidad humana. Cuando, después de la revolución de 1943, el general Perón entra a actuar, lo comprende perfectamente. Es el viejo problema argentino, el que, quiso resolver Rosas y no pudo o no supo hacerlo, que consiste en la urgencia de elevar a la plebe, elevar a la masa para que sea pueblo.”
[Un punto para resaltar: la masa debe ser guiada y elevada pues sola es como un rebaño sin pastor. Para eso esta la Vanguardia, que desde su poder de mando busca dignificarla con las medidas políticas, sociales y económicas que toma. Este grupo dirigente puede ser movido por el patriotismo o por el interés personal.]
“Es un problema de transformar en emergidos a los sumergidos, lo cual no es simple tarea de la economía, ni puede ser resultado exclusivo de un sistema económico, sino en cuanto el mismo responda a determinada orientación de tipo moral. Porque la economía por si misma no tenderá, bajo cualquier régimen, a otra cosa que a la riqueza, con prescindencia de los hombres. Por eso el socialismo, que abre brecha en el país en cuanto plantea el problema del proletariado, no atrae a las masas, porque su posición materialista no ofrece soluciones ni surge del análisis del trabajo nacional sino del estudie del nacimiento de la gran industria inglesa, fenómeno local, que engañó a Marx en cuanto a la posibilidad de que tuviera un sentido universal. El extremismo de la lucha de clases, manejado posteriormente -cuando el socialismo argentino lo dejó de lado- por el comunismo, sólo prende en europeos con no mucha residencia en el país y en intelectuales jóvenes, de pocas lecturas, aunque valientes para negar todas las ideas y filosofías que no conocen directamente en sus fuentes. Por eso también, cuando Perón se pone al frente de las masas argentinas, estas intuyen más que comprenden que están en juego sus intereses de clase, pero que éstas no son sólo materiales, aunque lo material tenga, que predominar, necesariamente, en la primera etapa de la obra que la revolución de 1943 va a emprender para destruir el equívoco liberal y, a la par, aventar del todo a los extremismos de izquierda o de derecha que, por ser movimientos de imitación, nada tienen que ver con la verdad de las cuestiones que plantea el ser mismo de la Nación.”